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diario de Judith

No sólo hallarás aquí dulces confidencias. También todo misterio que me haya sido revelado en la medida en que pueda contarse con palabras.

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Aníbal.

Lo que más me gusta de Aníbal son sus manos, como todo en él, son enormes. Observarle afanado en un trabajo manual o en dibujo siempre me ha resultado relajante.
En la biblioteca guardamos sus cuadernos. Contienen planos y paisajes de muchos de los lugares en los que ha estado y dibujos de muchas de las criaturas que moran en ellos y a veces se atreven a venir a este lado. Desde pájaros de infinitos colores y hadas a monstruos infames; desde castillos con banderas de colores a paisajes desolados de ceniza y extrañas máquinas.
Aníbal es un lobo, un guardián. Fiero incluso para los otros garou. Su temperamento le mantiene en el filo de la navaja. Controlar su depredadora naturaleza le cuesta un constante y titánico esfuerzo. Su carácter se ha suavizado algo con los años, pero Aníbal sigue dando miedo. Y dar miedo le da rabia. A menudo se ha visto inmerso en esa espiral de frustración. Lo mejor en esos momentos es dejarlo en paz. Su salvaje destreza nos ha salvado de la muerte segura en más de una ocasión.
Aníbal es rudo, también es dulce. Es muy agresivo y también muy tímido, a su manera, claro.
María dice que es un Héroe como los de la antigüedad clásica, que su naturaleza es hercúlea y que por ello pasa por alto las experiencias iniciáticas que tanto nos hacen avanzar a los magos en nuestro camino. Yo añado que Aníbal es también un daimón que está más unido al mundo de los espíritus que ninguno de nosotros. Y que su camino no es la búsqueda de su naturaleza daimónica, sino su domino.
Nos presentó una amiga común hace cerca de seis años, y desde el principio no hubo secretos entre nosotros. Su naturaleza de lobo no sólo le da un aspecto fiero. También, como en Nut, su daimón le otorga un morbo animal la mar de sugerente. Razón por la que esa misma noche le invité a mi cuarto.
Dispuesta a pegar el polvo más salvaje de mi vida me lo llevé en mi pequeña moto hasta la Torre. Fue en la puerta de recepción donde mostró su verdadero rostro; me dio una excusa de lo más ridícula y se marchó. A partir de entonces siempre hemos sido como hermanos.
Puede rugir con una rabia capaz de hacer caer en el pánico a cualquier desdichado que le oiga. Puede llegar a aullar a su luna con tan dulce melancolía que nadie que tuviera un poco de humanidad podría evitar sentir un vuelco en su corazón.
Aníbal es a veces fuerte, a veces extremo, a veces sencillo. Es inteligente aunque insiste en lo contrario. Es noble y orgulloso. Pero sobre todo es un hombre familiar.

  1. Anonymous Anónimo | 18 de abril de 2007, 3:20 |  

    Sabía que alguien hablaría antes de Aníbal que yo. Estoy perdidamente enamorada de él, tanto que se que cualquier descripción mía no sería nada objetiva. Es el filtro del amor que deforma las cosas tan agradablemente.
    También me gustan sus manos, aunque no sea por su habilidad con los lapices. Me atrajo de el su delicadeza al levantar a los niños y mecerlos entre sus brazos. Si es temperamental e incluso creo que ese es un rasgo contagioso. Me gusta su constante preocupación y apego por todos nosotros. Da miedo pero esa es la parte en su interior que le hace poderoso. Yo intento ayudarle a que ella no le controle, a que sepa navegar en los momentos de marejada y que en las tormentas llegue a buen puerto con todos los marineros indemnes. No puedo acotarlo ni ponerle límites por que eso no es la forma. A las tormentas no se las contiene, se les pone faros y refugios donde atracar. En la oscuridad, entre los besos y las caricias, los suspiros y los gemidos intento ser su luz de rescate, duradera y firme, capaz de darle calidez y buena esperanza.
    Sabía que sacarías lo del ego hercúleo. Quizás sea así, pero yo creo que sí avanza, sí cambia, sí mejora. Quizás es difícil de ver por que es tan enorme. Como una montaña. Para ver esos pequeños detalles te tienes que acercar mucho. Casi hasta chocar con su nariz. Y verle profundamente en el fondo de los ojos.
    Sabía de aquella noche y de lo que pasó. Quizás yo tuve suerte. En el kairos de nuestras vidas aquel viaje a la india fue nuestra íntima revelación. Que éramos mejores juntos y que somos y seremos mejores juntos.
    Y sí, son los mejores polvos de todos los tiempos. Al menos los nuestros.
    Aníbal como yo puede ser todo, a veces.
    Quizás por eso lo amo y nos amamos.
    Porque en nuestra infinita disparidad somos también bastante iguales.
    A veces llenos de energía.
    A veces radicales.
    A veces simples.
    A veces brillantes.
    O nobles.
    Sí, creo que es mi alma gemela.
    Encajando de forma tan poco convencional que creo que después nunca nos podrán separar.

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