<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d7926155719755327671\x26blogName\x3ddiario+de+Judith\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dTAN\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://diario-de-judith.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_ES\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://diario-de-judith.blogspot.com/\x26vt\x3d1814785731851084173', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

diario de Judith

No sólo hallarás aquí dulces confidencias. También todo misterio que me haya sido revelado en la medida en que pueda contarse con palabras.

« principal | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente » | siguiente »

Bañando a Olympia. Introducción a la Torre II

La endogamia es algo común entre magos. Según los peculiares gustos que tenga cada uno, es más o menos difícil encontrar alguien afín con quien compartirlo todo. Cuando tu vida es más extraña de lo admisible para un cuerdo, contar según que cosas puede ser peligroso.
A veces puedes dejar al margen lo extraordinario. Es increíble lo parecido a un sueño que es el recuerdo del encuentro con un daimón. Pero cuando te enamoras de alguien la cosa puede complicarse. Y mucho.
Hace unas semanas conocí a Olympia. Pola decidió dejar que fuera dándose cuenta de quienes éramos en realidad. Porque era lo justo y porque no tenía remedio. Pues Olympia no tiene un pelo de tonta y empezó a pensar que Pola era una especie de James Bond ocultista.
Pola ha dedicado un tercio del tiempo que hemos estado juntos a exaltar la belleza de esa chica, y yo siempre le he creído. Pero es difícil explicar quien es ella de verdad.

Ese primer momento Olympia estaba quieta en la puerta, como si no tuviera que entrar en casa, mirándome con los ojos más grandes del mundo. Es esbelta y elegante, tiene un porte sosegado que la delata. Eso yo ya lo sabía.
Entró en la casa con naturalidad. Dijo lo que suelen decir los estudiantes de su edad cuando entran en el salón. Incluso se mostró un poco tímida. Pero en el fondo ni se inmutó, reconocía este sitio. Creo que nada en nosotros le ha sorprendido realmente.
La biblioteca confirmó sus sospechas, paseó mirando los libros en silencio. Con la piscina fue diferente. La naturaleza de ese lugar y la de ella tienen mucho en común. Es como si el tiempo se detuviera. Más bien como si se esfumara dejando un rastro intemporal o eterno. Mirando el agua me dijo que era el lugar más sagrado que ella había conocido. No tardaría en decirle que era la persona más sagrada que había conocido yo.
Ese día tomamos café juntos. Cuando Pola no estaba, Olympia me dio a entender que ya sabía. Que estaba dispuesta a ir dándose cuenta por si misma.

Una semana antes de ver a Olympia conocí a Elyse en una librería. Me miraba como una sirena desde la sección de poesía. Cuando me di cuenta que ese primer encuentro no había sido en verdad fortuito, Elyse ya se había colado secretamente en la biblioteca y había visto la piscina. Cuando empezamos a sospechar nos dijo que sus vacaciones en París se habían terminado.
Un viejo truco para saber lo que piensa alguien de algo es sacar un tema de conversación relacionado mientras se leen sus pensamientos. Y eso hicimos. Con un buen café y mientras Pola hablaba de la Torre me colé por sus ojos de animal pasional. Siguiendo los hilos de las palabras que ella escuchaba llegué primero a su firme decisión de volver ese mismo día al Tíbet. Bajo ella, vi algo escondido, un neblinoso paisaje desolador, entre montañas, donde yacían, caídas, las ruinas de una estructura similar a la parte de esta Torre que habitamos nosotros. La parte superior al hotel, el zigurat. Y sentí, mucho más profundo, un intenso miedo asociado a ese lugar. La niebla todavía calaba sus huesos y dejé sus pensamientos antes de que calara los míos. Nos despedimos con la promesa de volvernos a ver.

Elyse había estado en las mismas ruinas en las que mis abuelos se basaron para construir nuestra torre. De allí trajeron el cable que corre por su estructura y se adentra en la tierra de París. Aunque en los diarios de mi abuela hay una descripción detallada de esa estructura y de los símbolos labrados en sus paredes, en ningún momento menciona su ubicación exacta. Un lugar desolado del Tíbet.

Forzamos un encuentro con ella antes de que marchara. Le hicimos entender que habíamos descubierto su incursión en la biblioteca, y que sabíamos que investigaba la Torre. Elyse dijo que se encontró con ese lugar por casualidad, que era un templo perdido en el Tíbet, que en una aldea cercana había encontrado una foto de los años cuarenta en la que salía mi abuela en el avión y que, a partir de la matrícula de ese maldito trasto había descubierto la identidad de Oriana, y la mía. Dijo que sólo diría lo que sabía a alguien que le acompañara a ese lugar. Y Pola, loco de curiosidad, se ofreció.

A Pola le fue fácil convencer a Olympia para que se quedara en la torre durante su ausencia. Esos días fueron extraños. No podía evitar el miedo por Pola. No es alguien dotado precisamente para hacer daño. Es tan malo defendiéndose como yo. Pero es un poco más espabilado. Un zorro.
Olympia también estaba preocupada. Además del peligro del viaje, estaba esa aventurera de actitud desafiante. Olympia es muy celosa. Y Pola es de esos pocos chicos bien educados para satisfacernos. Por cierto, estoy orgullosa de haber participado en esa educación.
Por supuesto no hablamos de nada de eso. Nos refugiamos la una en la otra y dedicamos los días a la lectura y el estudio, además de los baños y las horas de meditación en la piscina. Escuchamos mucha buena música. La llevé a mi sastre y a cenar. Ella me llevó al cine y me enseñó los bares de okupas y catáfilos. Fuimos buenas amigas.

En cuatro días no pude encontrar a Pola. Tenerla a ella era como tenerlo a él. Un día la peiné. Al día siguiente la bañé. Se dejaba llevar por la inercia serenamente. En realidad me entregué a ella.
Ocho largos días después de despedirse de nosotros, Pola volvió. Elyse se pasó después para despedirse. Supe lo que habían visto allí. Desde que mis abuelos se llevaron el cable, ese lugar ha sido reconquistado por sus más antiguos habitantes. Y lo reclaman.
El cable es el alma de la Torre. Bueno, no es del todo cierto. El alma de la torre somos nosotros. El alma y el cable, el alma y Olympia. El cable y Olympia.

deja un comentario