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diario de Judith

No sólo hallarás aquí dulces confidencias. También todo misterio que me haya sido revelado en la medida en que pueda contarse con palabras.

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El viaje del betilo.

Cuando utilizamos la Torre como un onomasticón siguiendo el rito de los antiguos egipcios, no pensábamos que más allá de registrar nombres de cosas importantes para su permanencia en el cosmos, se iban a desencadenar unos acontecimientos que terminarían en el viaje del betilo.
Todo ocurrió en el intervalo de una semana, hace ya tres años. Al amanecer del día siguiente al ritual vimos a Onire por primera vez. La Torre se nos manifestaba como una niña que tenía algo de nuestra esencia y de cada una de las palabras que habíamos aportado. Días después, el agua de la piscina hirvió hasta desaparecer, y dejamos de ver a Onire hasta pasado el viaje. Luego los objetos más mundanos empezaron a estropearse o degradarse. Primero en la casa, después en el hotel. Observamos atónitos cómo el cable empezaba a crecer, como si de una raíz se tratara.
Finalmente, una tarde de tormenta notamos una presencia en la piscina y acudimos todos. Aunque la ciudad estaba cubierta de nubes, la sala tenía una luz diferente. Primero sólo Aníbal podía oírla, luego subió su volumen hasta convertirse en un estruendo. Unos cascabeles sonaban a destiempo. Como hechos de esa música macabra, tomaron forma cinco esqueletos que danzaban sin ritmo ese caos en círculo, en el fondo de la vacía piscina, alrededor del lugar donde nace el cable. Una sensación de peligro iba creciendo con ese ruido antinatural. El tiempo se enrarecía y presentimos la fractura.
Ya era casi insoportable cuando un instrumento de cuerda parecido a un sitar sonó en el centro del círculo. Su melodía fue armonizando el estruendo hasta completarlo en una bella canción y continuó hasta transformar la ruptura en cambio y el peligro inminente en una sombra vigilante.
Empezaron a mostrar su luz multitud de llamas y un anillo de velas que temblaban con la música sustituyeron a las figuras esqueléticas. Cuando dejaron de titilar la canción paró y comenzaron a aparecer formas en el centro del círculo.
En el origen de la música, justo sobre el cable, una caja piramidal de cerca de un metro de alto por medio metro de base con un orificio servía de caja de resonancia de al menos treinta cuerdas clavadas en una de sus caras. Junto a ese extraño instrumento musical, Ángelo, mi padre y tras él, sosteniendo un cirio encendido cada uno, Nicoletta, Rubayat, el enorme Pieter y su hija Margot. En ese momento, salvo Pieter, todos los demás estaban muertos pero aparecieron ante nosotros iluminados por la luz de otro tiempo.
Nicoletta era la alumna aventajada de mi padre. Lucía unas enormes gafas de pasta y tenía una actitud tímida para la vida cotidiana, pero carismática para la magia. Una mesa de la biblioteca tiene grabado su nombre. Si lo acaricias con cuidado puedes notar su cariño hacia todas las cosas, su determinación y su humildad. Murió en 1984, poco después que mis padres. Rubayat le disparó en la cara cuando abrió la puerta de casa. Para poder sorprenderla había dormido con un hechizo el espíritu guardián de la Torre.
Rubayat tenía sus propios planes. La idea de Ángelo le parecía demasiado materialista y limitada. Tenía otro proyecto más cósmico cuando un enemigo poderoso lo amenazó todo. No pudo soportar la presión, trató de poner a salvo su idea y vendió a los demás. Sus nuevos aliados le arrebataron algo más valioso que la vida. Tardaría muchos años en morir de verdad. Mayim descifra ahora sus apuntes; los encontramos junto a los diarios de mi padre en una sinagoga de Safed.
Pieter es quien escondió a Karel en casa. Ya buscaba la redención cuando eran condiscípulos del maestro Danzig en 1600. Antes había sido un temible soldado, mago a sueldo de los príncipes. A Karel lo encontramos cuando despertó en una sala escondida de la Torre, dentro de un sarcófago que Pieter había grabado con soles, rayos y ángeles guardianes. No sabemos exactamente dónde está Pieter, tengo motivos para pensar que no muy lejos. Su hija Margot murió hace tres años. Decidió encontrar la vida eterna bajo la luz del sol antes que convertirse en uno de esos monstruos que tanto daño han hecho a su padre y al mío.

Y allí estaban, frente a nosotros, vivos en un artificial momento común. Un montón de cosas por decir se acumulaban en mi garganta formando un nudo, no me había dado tiempo ni a empezar a llorar emocionada cuando Ángelo habló:

- No digáis nada que pueda cambiar vuestro pasado. Os entregamos esto ahora porque el tiempo intermedio es peligroso.

No dejó oportunidad para cometer errores. Los oficiantes soplaron sus velas y desaparecieron mientras mi padre hacía sonar las cuerdas una última vez, un acorde que apagó el resto de las llamas que le unían a este tiempo y lo devolvió al suyo, a su vida. Al antes.
Sólo quedó la caja. Atónitos miramos a nuestro alrededor. El viaje había acabado. El tiempo intermedio había pasado.

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